BLAS DE LEZO Y LA BATALLA DE CARTAGENA DE INDIAS
Blas de
Lezo no fue un personaje que cambiara decisivamente el curso de nuestra historia, pero sí fue uno
de sus protagonistas en un momento decisivo, que se encuadra dentro de la
llamada Guerra hispano-inglesa del Pacífico, también conocida como la Guerra de
la Oreja de Jenkins; fue, en gran medida, gracias a su ingenio y estrategia militar, por
lo que se retrasaría casi 60 años la
pérdida total de la armada española y su declive, hasta la batalla de
Trafalgar.
En los libros de Historia de España se
encuentran pocas obras que traten en
profundidad aquella guerra contra los
ingleses, y más concretamente de la batalla que se desarrolló en Cartagena de Indias. Sobre el almirante Blas de Lezo, tampoco se encontraba apenas alguna referencia sino en las enciclopedias y poco más; afortunadamente, en la
actualidad, es un personaje que comienza
a ser mucho mejor conocido, gracias, sobre todo, a la difusión por Internet y a que últimamente, los libros sobre temas navales de nuestra historia, sí lo tienen en consideración.
Los ingleses,
en aquella guerra, sufrieron la
más humillante derrota de su historia, porque habían preparado una armada para
la que no habían escatimado ninguno de los medios conocidos hasta la época: no
hay que olvidar que superaba en 54 buques, a la famosa Armada Invencible de Felipe II, no
solo en medios, sino también en la gran cantidad de efectivos humanos que la componían. Así, se puede comprender que Gran Bretaña no había reparado en gastos con
tal de apoderarse de las colonias españolas y por consiguiente, de todo su
comercio, esperando obtener un beneficio mayor, azuzados convenientemente por el interés de la
burguesía inglesa.
Se estrellaron
contra un ejército español en donde las fuerzas tenían una proporción de 8 a 1 a su favor en el
número de hombres, y de 3 a 1 en capacidad artillera. El plan de Inglaterra, desde
tiempo atrás, estaba perfectamente diseñado y su estrategia, muy bien
calculada. Sin embargo, fueron derrotados, y de la forma en que fueron vencidos
y del principal protagonista, trataré en las páginas siguientes.
Para la realización de este trabajo, hay que tener
en cuenta que el período durante el cual se desarrolló aquella guerra, que
desembocó en la batalla de Cartagena de Indias, está lleno de una gran cantidad de hechos y datos
históricos, fundamentales en la propia Historia de España, tanto en el contexto
interior como internacional, pero dado que el propósito es hablar del personaje y lo que a él atañe, sobre todo en
lo relacionado con el desarrollo de los
acontecimientos de Cartagena de Indias, solamente mencionaré los datos históricos forzosamente necesarios e
imprescindibles para explicar el personaje, los antecedentes y el contexto histórico en que se desarrolló.
SEMBLANZA DE BLAS DE LEZO
Nuestro personaje nació en Pasajes (Guipúzcoa), el 3 de Febrero de 1.689, en una familia noble con antepasados ilustres marineros. Su
pueblo natal también era de marineros, por lo tanto, parece que entre ambos
decidieron la vocación de nuestro personaje, que en 1701, con 12 años, ingresó
como guardiamarina al servicio del Conde de Toulouse, conde de Borbón, hijo de
Luis XIV. Se enroló en la marina francesa porque la española apenas tenía
buques, y su situación entonces, era calamitosa, reflejo de la decadencia de la
casa de Austria.
Tomó parte en la Guerra de Sucesión,
a favor Felipe V, ya que se encontraba al servicio de la armada
francesa. Participó en la batalla naval
frente a Vélez-Malaga, el 24 de Agosto de 1704, contando con tan sólo 15 años
de edad, cuando una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda. Hubieron de
amputársela por debajo de la rodilla, a “palo seco”, únicamente con ron para mitigar el dolor. Debido a su
valentía, le ascendieron a Alférez de Bajel, y tras su recuperación, volvió al
servicio, aprovisionando a Peñíscola. Estuvo patrullando el Mediterráneo,
apresando numerosos barcos ingleses con una valentía inusual a su edad, hasta
1706, en que se le requiere para abastecer a los asediados de Barcelona con una pequeña flotilla, lo que
consiguió con un gran ingenio: usando grandes cantidades de paja húmeda que
ardían a bordo de plataformas flotantes, creando una intensísima humareda que facilitaban su protección; también ideó unos proyectiles incendiarios que
prendieron fuego a numerosos buques británicos. Más tarde en la defensa de la
fortaleza de Santa Catalina en Tolón, una esquirla de metralla, se le aloja en
el ojo izquierdo, perdiéndolo.
Siguió comandando convoyes de
socorro, burlando la vigilancia inglesa sobre la costa catalana. Capturó al
buque Stanhope, al que depués de un
cañoneo mutuo, abordó mediante garfios. Los buques que comandaba Blas de Lezo
siempre fueron temidos por sus abordajes
cuerpo a cuerpo, que sus enemigos trataban de evitar a toda costa. En 1712, pasó
al servicio de la Armada Española, que se estaba reorganizando, a las órdenes del almirante Andrés Matías de Pes, el cual ascendió a Blas de Lezo
a Capitán de Navío. Un año más tarde, en la defensa de Barcelona, recibió un
balazo de mosquete en el antebrazo derecho, que se lo dejó inútil. Tras
participar en la reconquista de Mallorca en 1715, y terminada la Guerra de
Sucesión, se hizo cargo del buque insignia Lanfranco, partiendo hacia la Habana escoltando la flota
de galeones. Este buque, debido a su mal estado se retiró del servicio, y en
1720, se le asignó uno nuevo, llamado igualmente Lanfranco, integrado en la escuadra hispano-francesa al mando de
Bartolomé de Urdizu, para limpiar de corsarios y piratas las costas del Perú y
Chile, entre ellos los dos buques del
corsario inglés John Clipperton, que
hostigaba constantemente las posesiones españolas, que aunque en principio logró
esquivarles, en Asia fué capturado y ejecutado.
En 1730, tras haber contraído matrimonio en el
Perú, regresó a España y fue nombrado Jefe de la Escuadra Naval de
Mediterráneo, marchando hacia la República de Génova en reclamación de dos
millones de pesos que eran propiedad de España,
que el Banco de San Jorge tenía retenidos. Bajo la amenaza de bombardear
la ciudad, consiguió el rescate del
dinero, además de un homenaje a la bandera real de España. En reconocimiento a sus servicios, en 1731 se le concedió un estandarte para su nave
capitana, con el escudo de armas de Felipe V, las órdenes del Espíritu Santo y
Toisón de Oro alrededor, con anclas en sus extremos, una distinción naval que
era lo máximo que podía conseguirse entonces.
En 1732, con el buque Santiago, mandó
una expedición a Orán con otros 54 buques al mando de unos 30.000 hombres,
rindió la ciudad, y aniquiló las escuadras berberiscas y arrasó sus bases.
Patrulló durante varios meses la zona, impidiendo que los argelinos recibieran
refuerzos de Estambul.
En 1734, el rey le ascendió a
Teniente General de la Armada, y volvió a América. En Marzo de 1.737, ante el
deterioro permanente de las relaciones entre Gran Bretaña y España, fue
destinado como comandante general de
Cartagena de Indias, donde se encuentra al inicio de la batalla en la que los
ingleses intentaron apoderarse de aquella plaza, de la que hablaremos más
adelante. Según hemos visto, tenemos a
nuestro personaje, con 45 años de edad, cojo, tuerto y manco, al que llamaban “mediohombre” o “patapalo”, pero con
una gran experiencia militar, muy curtido, habiendo realizado servicios muy valiosos
en beneficio de su país, y a pesar de sus secuelas físicas, despertaba gran
admiración y respeto entre los mandos militares y los responsables civiles del
gobierno, y aún entre mandos de escuadras extranjeras.
Lo cierto es que en esa nueva etapa,
no tuvo una relaciones muy cordiales con el virrey de Nueva Granada, Don Sebastián de Eslava, que
había llegado tres años después a Cartagena de Indias por orden del gobierno;
orden que, si bien se había cursado en
1.737, no se había incorporado a su puesto hasta Marzo de 1.740. Los
correligionarios de éste, también habían sido contagiados de cierta animadversión
hacia el almirante Blas de Lezo; enemistad que podría deberse al carácter más
político del virrey, y a su deseo de conseguir un puesto notorio en el gobierno
de la metrópoli, junto a la certeza que tenía del aprecio que el gobierno de
España profesaba a Blas de Lezo y la confianza en él depositadas para la
defensa de la plaza y, a su vez, la
lealtad personal que D. Blas de Lezo dispensaba al rey, a la sazón Felipe V. Según
todos los datos, como ya veremos, no
parecía gustarle al virrey que alguien pudiera hacerle sombra, sustrayéndole protagonismo, por lo que tenían
diferentes opiniones acerca de cómo organizar la defensa militar, que se hacía necesaria ante el inminente
ataque. De éste desencuentro hablaremos más adelante.
Figura 2.- Retrato de Blas de Lezo expuesto en el Museo Naval de Madrid
SITUACION POLÍTICA Y ECONÓMICA EN ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII
Los antiguos esplendores del imperio
español, se habían quedado atrás con la decadencia de los sucesivos reinados de
la Casa de Austria, de Felipe III y sobre todo, de Felipe IV. La leve
recuperación que se estaba iniciando en el último tercio de siglo XVII, se vino abajo, cuando a falta de descendencia
de Carlos II, dejó al país el conflicto
de la Guerra de Sucesión, en el que ya hemos visto a Blas de Lezo participando en
varias de sus batallas, entre Felipe V y el Archiduque Carlos de Austria, que
tras 12 años de guerra, se resolvió a
favor del primero.
El resultado de esta guerra fue el Tratado de
Utrech, con un balance muy negativo para España; entre otras pérdidas, como
Menorca y Gibraltar y todos los
territorios de los Paises Bajos, Inglaterra logró evitar la unión de las
coronas de Francia y España, equilibrando así a su antojo el poder en Europa;
pero lo más importante, por la trascendencia posterior, es que consiguió romper el monopolio comercial que
hasta entonces tenía en exclusividad España con sus colonias, ya que se
restableció el tratado de comercio de 1667 y se le concedieron otras ventajas con
la firma a su favor del llamado asiento
de negros, concesión de 30 años para
poder traficar con esclavos negros en la América española, y el navío de permiso, que podía comerciar
500 toneladas de mercancía al año. De aquella Guerra de sucesión, aún quedan
problemas actuales, pues dio lugar al secular enfrentamiento de Cataluña con el
resto de España, y también al problema existente con la posesión de Gibraltar.
Aquel conflicto, pues, desgastó enormemente al país, que le dejó
falto de recursos, pero aún así, España contaba con casi todo su imperio de
ultramar intacto, con un potencial económico enorme. Tras varios años de avatares e intrigas políticas en la corte de
Felipe V, muy mediatizada por la reina
Isabel de Farnesio, que contribuyó a desgastar aún más la economía española en
defensa de sus intereses particulares, y
por la corte francesa de Luis XV. El tiempo perdido para reorganizar el estado,
fue irrecuperable, pero afortunadamente, el gobierno quedó en manos del reformista
ilustrado D. José Patiño y Rosales, encargado de la secretaría de Marina e
Indias, en 1727, y la de Guerra dos años más tarde, accediendo a la Secretaría
de Estado en 1733. Reorganizó la Hacienda y los sistemas de recaudación de impuestos. El objeto fundamental de la política española,
se orientó entonces hacia el mencionado potencial económico que representaba
América, dando prioridad a la organización de un comercio eficaz, para lo que
se pusieron en marcha diversos planes: prácticamente desde la nada, resucitó por
segunda vez el poder naval de España, poniendo en funcionamiento nuevos
astilleros, apoyando construcciones navales a una escala industrial sin
precedentes en España. Se modernizó el ejército, y creó los arsenales de La
Carraca, Cartagena y El Ferrol, creando la escuela de Guardiamarinas en Cádiz.
También en Cádiz, se centralizó el comercio de Indias, para lo que impuso un
saneamiento administrativo, atrayendo a grandes compañías de Europa; creó la
Compañía de Guipúzcoa para la colonización de Venezuela y la ruta comercial con
Oriente a través de Filipinas.
La recuperación naval, estratégica y económica de España, unida a la política de Patiño, que trataba de estrangular el contrabando y la piratería, causaba preocupación en Inglaterra: era un hecho que España era otra vez una nueva potencia mundial que basaba su poder en una estrecha unión con la América española.
Fig.
3 - Ruta de los galeones españoles en el
Caribe. Imagen procedente del libro de Pablo Victoria, El día que España derrotó a Inglaterra
El
Parlamento Inglés no aceptaba la imposición y se saltaban constantemente los
acuerdos del Tratado de Sevilla, de
1727, que ellos mismos habían acordado, y que regulaban las relaciones comerciales, dando
derecho a España a revisar la carga de los buques ingleses que estuvieran en
aguas españolas, con el “derecho de
visita”. Según dijimos, el asiento de negros, fruto del tratado de Utrech, daba derecho a Inglaterra a vender en las
colonias españolas 4.800 esclavos anuales durante 30 años, y el buque
de asiento, el derecho a comerciar con nuestras colonias, una vez al año, con 500 toneladas de mercancía. Estos
acuerdos incumplían sistemáticamente por parte de los ingleses, porque vaciados
los buques, se reaprovisionaban de nuevo, realizando el contrabando según les
venía en gana. Inglaterra se había apoderado en tiempos de Cromwel de la Isla
de Jamaica, base de ese aprovisionamiento, que utilizaba como base de la piratería y el
contrabando inglés, y fustigaba constantemente
tanto las plazas españolas como los galeones.
ANTECEDENTES DE LA
GUERRA
Como es lógico, la Armada española no
estaba inactiva, y apresó gran número de buques piratas o de contrabando, que
lógicamente, no gustaba a los ingleses, con lo cual las fricciones entre ambos
gobiernos eran constantes. Hay diversas informaciones que relacionan los buques
capturados por uno y otro lado, hasta septiembre de 1.741, algunas de las
cuales hablan de 231 buques españoles capturados frente a 331 ingleses, y otros
informaciones, hablan de 25
españoles frente a 186 británicos:
aunque dispares, de lo que no queda duda, es que ambas fuentes coinciden en la
mayor proporción de actividad de los guardacostas españoles.
Y si el origen de la guerra era
precisamente la rivalidad comercial, ocurrió un hecho, que fue el detonante inmediato
de la guerra: en 1739, se produjo la
comparecencia ante la Cámara de los Comunes de un contrabandista británico,
llamado Robert Jenkins, que en 1.731 había sido capturado con su buque Rebecca, en flagrante delito de
contrabando, por el guardacostas español
La Isabel, al mando del capitán Julio León Fandiño. Como
aquel parece que se pusiera fanfarrón, el capitán español, antes de liberarle,
le cortó una oreja, la misma que, el inglés ofendido, conservó en un frasco de
alcohol, que durante años fue paseando
con su anécdota, por todo el puerto de Londres; esto fue finalmente,
aprovechado por la oposición
parlamentaria, alentada por la burguesía y manipulando a la opinión pública
gracias a la incipiente prensa inglesa, para hacer del incidente una cuestión
de ofensa al orgullo nacional: el capitán español, supuestamente, al cortarle la
oreja, le habría dicho: “ve y dile a tu
rey, que lo mismo haré con él si a lo mismo se atreve”. Toda esta manipulación consiguió hacer presión sobre el primer ministro Robert Walpole, que no era partidario de una guerra con
España, al igual que el propio rey de Inglaterra Jorge II. Antes de ceder, el ministro Warpole, intentó
llegar a un entendimiento con el gobierno español, acordando indemnizaciones
mutuas y el compromiso de evitar la guerra,
pero ese convenio fue rechazado en el parlamento británico; mientras, en España, también tenía sus detractores en la Compañía de los
Mares del Sur. Así las cosas, ambos gobiernos endurecieron sus posturas, se
solicitó la anulación del derecho de
visita y España respondió con la
supresión del derecho de asiento y del navío de permiso, quedando retenidos
todos los buques británicos que se encontraban en cualquiera de los puertos
españoles; ante ello, los ingleses retiraron a su embajador en Madrid, y Gran Bretaña declaró formalmente la guerra a
España el 19 de Octubre de 1.739.
MEDIOS MILITARES EN LA
CONTIENDA
En esta nueva fase del imperialismo
británico, no solo se planteaba la conquista de las plazas españolas mediante
la guerra, sino el objetivo, mucho más
importante, de liberar las colonias
españolas, bajo el trasfondo de la creación de
mercados con el comercio británico, que incluía la estrategia de ir asegurando a la población que se
convertirían en súbditos británicos, con el derecho de comerciar directamente
con Gran Bretaña.
Para conseguir el objetivo propuesto Inglaterra preparó una formidable escuadra,
que salió en Julio de 1.740 dirigida por el almirante Chaloner-Ogle en
dirección a Jamaica. Contaba con un selecto
cuerpo de desembarco al mando del general Cathcart. En aquella isla se le
unirían los buques y efectivos del almirante Vernon, que tomaría el mando
absoluto de la expedición. Posteriormente, con el objetivo de atenazar los
dominios españoles de las Indias, el grueso se dirigiría a Cartagena de Indias,
para abrir el camino hacia el Perú, mientras que otra escuadra ligera, mandada
por el comodoro Anson, bordearía todo el
litoral sudamericano para entrar en
el Golfo de Panamá, con la intención de
interrumpir la “Carrera del Sur” de la flota española. Enlazarían pues, ambos
contingentes, una vez caída Cartagena de Indias.
Los servicios de inteligencia de
ambos países funcionaban con eficacia.
Los ingleses, contaban con los suyos dentro de la ciudad de Cartagena de Indias,
pero también los españoles habían funcionado a la perfección en Jamaica, y
habían provocado que el 16 de Agosto de 1.739, poco antes de la
declaración de guerra que hizo Gran Bretaña, el ministro de Estado Marqués de
Villarias, a través del secretario de Marina e Indias, cursara informes al
entonces gobernador de Cartagena, D. Pedro Hidalgo, informando de la
situación y urgiendo a tomar medidas, al
entonces ya nombrado como virrey, D. Sebastián de Eslava, que como se ha dicho
antes, no se incorporó a su puesto hasta Abril de 1.740. Se podría
considerar que ese tiempo perdido,
incidió de manera negativa en los planes de defensa de la ciudad, sobre todo en
la parte financiera, que es la que sólo el virrey podía atender.
Los días 20 y 21 de Noviembre de
1.739, Vernon con seis naves, capturó y destruyó Puerto Bello, actual
Portobelo, en Panamá, pero aquel triunfo se debió más al descuido del
gobernador de la Plaza D. Francisco Javier de la Vega, que presentaba una
defensa muy deficiente; aunque la
victoria fue pírrica, pues consiguieron tan solo un botín de 10.000 pesos,
desde luego sirvió para dar ánimo a los ingleses.
En 1.740, un año antes de la Batalla
de Cartagena de Indias, el almirante Vernon, estuvo realizando “tanteos” sobre
la defensa de la ciudad, para lo que intentó dos incursiones; la primera entre
los días 13 y 21 de Marzo de 1.740, en los que intentó bombardear las defensas de la ciudad con 8
buques, pero comprobó que los disparos desde el Mar Caribe no llegaban ni a la playa, debido al mayor alcance, por
la altitud, de la artillería de la
ciudad, y porque los buques no se podían acercar a distancia de tiro efectivo
por lo poco profundo que era el mar y el peligro que suponía la resaca para cualquier barco, por lo que, esa defensa
natural insalvable, obligaba a atacar la ciudad penetrando por la bahía
interior, que contaba con dos formidables fuertes cuidando ambos lados de la
boca de acceso, llamada Bocachica. Se
les hizo desistir, causándoles serios destrozos en varios buques, ya que el almirante Lezo había desmontado de
su nave capitana un cañón de dieciocho libras que había emplazado en tierra; en
la segunda intentona, en Mayo del mismo año, ya con 13 buques, se acercaron
temerariamente a esa primera línea de defensa, en Bocachica, donde las cadenas
submarinas que había mandado colocar D. Blas de Lezo, entre uno y otro lado de la entrada, les hizo encallar, y recibiendo
fuego español que en ésta ocasión, desde los Fuertes San Luis y San José, les
causaron gravísimos daños desarbolando buena parte de sus velámenes,
haciéndoles pasar verdaderos apuros para poder salir del atolladero, que
consiguieron ser remolcadas a duras penas. En cualquier caso, esas incursiones
le sirvieron a Vernon para planificar su estrategia, y hacerse una idea de las
defensas con que constaba este acceso. Por supuesto, que el detalle no se le
escapaba a Lezo, que sabía las intenciones
de los ataques del inglés.
Cuando el día 13 de Marzo de 1.741, aparecieron
los buques ingleses sobre Cartagena de Indias, contaban con
la siguiente fuerza:
·
8
navíos de tres puentes y 90 cañones.
·
25
navíos de dos puentes y 50 cañones.
·
12
fragatas de 40 cañones, seguidas de dos bombardas.
·
130
embarcaciones de transporte con un ejército de asalto de 10.000 hombres; de
ellos, 2.763 soldados, eran oriundos de
la colonia norteamericana, al mando de Lawrence Washington, hermano del futuro
libertador de Estados Unidos, George Washington.
·
1000
negros macheteros de Jamaica.
·
12.600
marinos
En total, 23.600 combatientes, 180 naves y
2.620 cañones.
Para defender la plaza española, se
contaba con 2.230 veteranos y 600 indios traidos del interior de la provincia. Aquellos veteranos, pertenecían a un
contingente superior que meses antes, había llegado de 3.380 hombres, pero que se
vio reducido sensiblemente por la fiebre amarilla que había azotado la región.
De ellos, 12 compañías del Regimiento de
Toledo, Lisboa y Navarra; 9 del regimiento fijo de la plaza; otras 10
del Regimiento de Infantería de Aragón. Se contaba también con 5 compañías de
milicianos de la ciudad; 900 hombres de tropa de la marina y 80 artilleros, con
todo lo cual, debido a la disminución de tropas de las compañías mencionada, hacía un total de 2.830 hombres.
En cuanto a su capacidad de fuego, los españoles contaban con los siguientes:
·
6
navíos españoles, que podrían desplegar unos 360 cañones.
·
310
cañones del recinto amurallado.
·
Otros
320 entre el resto de fuertes y baluartes.
En total,
2.830 hombres y 990 bocas de fuego.
Como apoyo a las plazas españolas, se
habían encontrado fondeadas en Santa Marta, las escuadras del almirante Rodrigo
de Torres y la francesa del Marqués D’Antin, desde Diciembre del año anterior. Santa Marta, estaba a una distancia de un día
de navegación. La escuadra francesa, a
principios de Marzo, había partido hacia Europa, ya que no tenían suficientes
aprovisionamientos de América, puesto que no tenían bases de apoyo. Pero
también la flota del Almirante Torres, unos días después, en vista de que los
ingleses no atacaban, había puesto rumbo a la Habana, también para
aprovisionarse. Esta información, le había sido ocultada al almirante Blas de
Lezo por el virrey Eslava.
BATALLA DE CARTAGENA DE
INDIAS
Una vez se reunieron Blas de Lezo y
el virrey Eslava, para plantear la estrategia de defensa, se escenificó el desencuentro del que antes
hablamos: Lezo, como astuto militar,
propuso una táctica defensiva que
consistía, a grandes rasgos, en
concentrar la resistencia en el fuerte de San Luis de Bocachica y en La
Boquilla, en primera instancia, y seguidamente una segunda línea tras el Caño
del Ahorcado, con trincheras y parapetos, para evitar la toma por los ingleses
del castillo de San Felipe, porque al estar en promontorio, si este baluarte
era tomado, desde allí sería sumamente fácil para el enemigo hacerse con
Cartagena. El virrey, más confiado en que recibiría el auxilio de los efectivos
del almirante Torres, al que ya previamente había enviado una carta, pensaba
que los ingleses, desembarcarían todo el grueso de sus tropas por La Boquilla,
y que serían acorralados desde tierra y mar una vez obtuviera el auxilio de
Torres, aunque fuera cuestión de tiempo, pero podrían resistir; en cambio, Lezo confiaba más en los recursos
de que disponía porque dudaba del
auxilio exterior estando el enemigo en las puertas. Finalmente, prevaleció la
estrategia del virrey, de mayor rango y superior de Blas de Lezo. Los mandos
que seguían en jerarquía, eran el mariscal de campo Melchor de Navarrete,
gobernador de la ciudad, y el coronel Carlos Desnaux, ingeniero militar y
director de obras de fortificación. Hay que decir que Desnaux, era un fiel
correligionario del virrey, y para él, antes que el criterio militar, contaba
el deseo de mantener buenas relaciones con el máximo responsable de la plaza.
Fig. 4. Cartagena de Indias y los fuertes, el 13 de Marzo de 1.741. Imagen procedente del libro de Pablo Victoria
El día que España derrotó a Inglaterra
La Plaza constaba con tres línea de
defensa: la primera línea era Bocachica, con los dos castillos, el de San José y San
Luis, uno a cada lado, defendiendo esa
entrada , único acceso posible por mar; además, contaba con las cadenas
sumergidas que Lezo, había mandado instalar tres años antes, y que tan buen
resultado dieron en la primera incursión de Vernon; la segunda línea, navegando
por el canal de Bocachica hacia Cartagena, lo constituían los salientes donde
se encontraba el Fuerte de la Cruz Grande, al norte y el fuerte del Manzanillo,
al sur; y la tercera línea, las propias murallas de la ciudad, resguardadas
también por el castillo de San Felipe de Barajas. La otra entrada posible por
mar, Bocagrande, era impracticable porque estaba sellada con un dique submarino imposible de superar por buque
alguno. La situación de la propia ciudad
de Cartagena, con sus murallas a la
playa del mar Caribe, hacía imposible que ningún buque pudiera acercarse lo
suficiente para hacerle mella. Además, las playas estaban debidamente protegidas
con baluartes y la artillería correspondiente. En la figura 4, se puede ver la situación de la plaza de Cartagena de
Indias, el día en que la flota inglesa
fue avistada.
La balística en esos tiempos, no
estaba muy desarrollada, y pocos cañones tenían la inclinación adecuada para rectificar
el angulo de tiro, por lo que cambiarla, suponía un lento proceso, que hacía
necesario encajar y desencajar las piezas, reponerlas, y corregir el tiro. Lezo,
inventó una forma simple y eficaz para solucionar tan lento proceso, con una rampa con hendiduras para encajar las
ruedas de la cureña, y la misma pieza, la podían usar para tiros largos y
cortos, sin tener que sobrecargar de pólvora los cañones para llegar más lejos,
que es lo que habitualmente se hacía; también normalizó el calibre de los
cañones para evitar la confusión de municiones, simplificando la administración
y control de los polvorines, que además facilitaba la disposición de piezas de
repuesto y reponer en caso de destrucción. También había mandado soldar dos balas de
cañón con un perno, y unos eslabones con cadena, artilugios de enorme poder de destrucción de arboladuras, aparejos,
jarcias, etc, que inutilizaban las naves.
El almirante Lezo, a pesar de la opinión contraria del virrey Eslava, había
mandado construir parapetos en la parte más angosta del Caño del Ahorcado,
reforzando las defensas del fuerte el Manzanillo, colocando empalizadas en La Popa, con
terraplén y foso.
Tras los primeros desembarcos
ingleses en la Boquilla, donde las
baterías destruyeron varias naves de
desembarco y la fusilería contuvo a los que llegaron a la playa, el ataque inglés se centró en Bocachica y, desde el día 20, tal como
había previsto Lezo, toda la escuadra enemiga, salvo los patrulleros, se concentraron
allí, iniciándose un duro castigo artillero,
durante varios días, a los castillos de
San José y San Luis: aunque éstos, con sus tiros inusualmente largos, provocaban severísimos daños a la escuadra
enemiga. Incluso, Lezo, con su nave capitana La Galicia y el navío de apoyo San
Felipe, había salido hacia mar abierto a
hacer frente a los navío ingleses,
consiguiendo hacerles daño y replegarse, aunque también recibió un duro
castigo. El amanecer de 21 de Marzo, sirvió para comprobar que numerosos navíos enemigos
estaban seriamente dañados e inutilizados, y gran cantidad de muertos flotando
en el agua.
Ese mismo día, a Vernon le llegó la
noticia de que habían interceptado al
correo que se dirigía a La Habana, con destino al almirante Torres, haciendo
comprender a los ingleses, que los españoles entonces, ya no recibían ayuda.
También esta noticia, les llegó a Lezo y al virrey, que la recibió como un
jarro de agua fría.
El 2 de Abril, seguían castigando al fuerte
San Luis, al que intentaban defender los
buques La Galicia, el San Carlos y el San Felipe siendo éstos dos últimos, lentamente desmantelados, mientras se reforzaba
con todos los efectivos posibles la
primera línea, en un intento de salvarla. El día 4 de Abril, seguía Lezo resistiendo en El
Galicia, requiriendo municiones; la
dureza del intercambio, le hicieron sufrir unas heridas por astillas en el
muslo y en una mano; también el virrey
fue herido en una mano, ya que en ese momento se encontraba en cubierta con el
almirante; el balance era penoso para
ambos bandos: los ingleses habían perdido totalmente 4 navíos y varios
inutilizados, y los españoles, la mitad de su escuadra estaba prácticamente inutilizada y el castillo San
Luis casi en ruinas.
El 5 de Abril, ante la imposibilidad de
resistir más tiempo, ante el desembarco de 2000 hombres, entre ingleses y macheteros, hubieron de calar
bayonetas los menos de 300 defensores que quedaban, al mando de Desnaux, y los
ingleses recibieron la orden de “pasar a
todos a cuchillo”, referida a todo soldado español, rendido o no. La lentitud del proceso de carga de los
fusiles, y el enorme número de enemigos, hizo replegarse a los españoles que
quedaban con vida, a lo cual ayudaron el San Carlos, el Africa y el San Felipe,
ya que éstos comenzaron a bombardear el ahora ocupado castillo de San Luis.
Tras recibir 6068 bombas y 18.000 cañonazos (datos que provienen del alférez Ordigoisti,
que llevaba un minucioso registro) con 370 hombres muertos, y con cuatro navíos
perdidos, previamente abandonada, La Galicia había sido capturada, y el
San Carlos, el San Felipe y el Africa,
se habían ido a pique. Por su
parte, los ingleses perdieron diez
navíos y sufrieron 1.800 bajas, pero finalmente,
el 6 de Abril, conquistaron Bocachica.
Mientras las españoles se aprestaban a reforzar en lo posible
la segunda línea de defensa, el optimismo que tal conquista supuso para Vernon,
hizo que éste enviara a la fragata Spencer
a Inglaterra, para notificar la victoria, llegando a puerto inglés el día 17 de Mayo, produciéndose en ese país
una aclamación generalizada, Vernon inmediatamente pasó a ser considerado un personaje heroico, absolutamente famoso y admirado. Sus amigos
políticos, mandaron acuñar una medalla y monedas conmemorativas, que podemos
ver en la figura 5, donde en la cara
figura la leyenda “la arrogancia española
humillada por Vernon” y en el reverso “los
héroes británicos tomaron Cartagena, abril 1, 1741”. Inglaterra celebró
festejos y fuegos artificiales, que duraron varios días. Pero, nunca mejor dicho, habían vendido la piel del
oso antes de cazarlo.
Figura 5.- Medalla acuñada
en Inglaterra, conmemorativa de la anticipada victoria de Vernon, en
la que está representado Blas
de Lezo arrodillado -y con dos piernas- entregando su
sable como señal de rendición.
Tras los reconocimientos adecuados,
el virrey ordenó inutilizar los cañones y munición del castillo de la Cruz
Grande, debido a su mal estado y porque, previsiblemente, según Desnaux,
ingeniero militar, no aguantaría más de dos días de asedio; además ordenó hundir los dos restantes navíos,
con el fin de entorpecer la navegación de los buques enemigos en la ensenada, a
lo que se opuso duramente Blas de Lezo, porque no serviría de nada echarlos a pique
en el punto elegido por Eslava, porque era muy profundo y no entorpecerían a
los buques ingleses; según Lezo, lo más lógico, era hacerles frente con esos
dos buques y los dos fuertes, pero
finalmente, como soldado, de nuevo, cumplió la orden y fueron hundidos, después
de retirar los cañones y emplazarlos en la ciudad, junto con la pólvora,
municiones, provisiones y todo lo que podía servir. Estas discrepancia,
hicieron que D. Blas de Lezo, se hiciera relevar del mando, según él para no deshonrar su carácter, en
vista de que el virrey no le facilitaba en nada sus planes de defensa, que él
consideraba más coherentes que todo lo que Eslava venía ordenando últimamente.
El virrey procedió a relevar del mando externo al general Lezo y le ordenó
entrar en la ciudad.
Figura 6.- Desarrollo de la
batalla en Cartagena de Indias, una vez rota
la primera línea de defensa.
Imagen obtenida de la página www.todoababor.es
Los buques enemigos, comenzaron a
bombardear desde la propia bahía. El día 13 por la noche, estuvieron
desembarcando hombres y emplazando
morteros con el apoyo artillero. A la
mañana siguiente, más de 3000 hombres del general inglés Wentworth se hacían fuertes
en las playas; la Compañía de Granaderos
de España, huyó al ver el número avasallador de tropa inglesa, permaneciendo en
su puesto solamente catorce, cuando llegaron 350 hombres del Piquete de Marina,
traídos por Blas de Lezo, aunque estuviera relevado del mando, a los que se
unieron otros 100 más del Regimiento de Infantería Aragón; el combate fue durísimo.
El día 17, el convento del cerro de la
Popa, había caído, las trincheras y parapetos que había ordenado construir
Eslava, no habían servido para nada. A media tarde, se hizo una tregua para
retirar muertos y heridos.
El 18 de Abril, llegaba la
comunicación de Vernon a los habitantes de la ciudad, exhortándoles a darle
obediencia a cambio del libre comercio con ingleses y de ejercer libremente su
religión.
El castillo de San Felipe, respondía con todo el fuego que tenía a su disposición; poco a poco se iba superando la insuficiencia de los primeros momentos. Los ingleses querían consolidar el desembarco, pero eran hostigados por piquetes de soldados españoles que se lo impedían, con lo que no podían acercar más las piezas de artillería. Blas de Lezo, que veía claramente el error en que se estaba incurriendo por parte de la defensa española, volvió a insistir a Eslava sobre la necesidad de reorganizar las fuerzas y reemprender un ataque para desalojar totalmente al enemigo de la zona ocupada, pero el virrey, quizá por falta de humildad, nuevamente desaprovechaba la experiencia y el olfato de Lezo; no era partidario, como Lezo le proponía, de luchar a campo traviesa y prefería parapetarse tras murallas y baluartes, pero esa actitud no daba seguridad al fuerte ni a la ciudad, porque poco a poco, iban tomando posición los ingleses, que intentaban artillar La Popa, y si lo conseguían, el castillo San Felipe sería severamente castigado, y finalmente, todo caería.
El castillo de San Felipe, respondía con todo el fuego que tenía a su disposición; poco a poco se iba superando la insuficiencia de los primeros momentos. Los ingleses querían consolidar el desembarco, pero eran hostigados por piquetes de soldados españoles que se lo impedían, con lo que no podían acercar más las piezas de artillería. Blas de Lezo, que veía claramente el error en que se estaba incurriendo por parte de la defensa española, volvió a insistir a Eslava sobre la necesidad de reorganizar las fuerzas y reemprender un ataque para desalojar totalmente al enemigo de la zona ocupada, pero el virrey, quizá por falta de humildad, nuevamente desaprovechaba la experiencia y el olfato de Lezo; no era partidario, como Lezo le proponía, de luchar a campo traviesa y prefería parapetarse tras murallas y baluartes, pero esa actitud no daba seguridad al fuerte ni a la ciudad, porque poco a poco, iban tomando posición los ingleses, que intentaban artillar La Popa, y si lo conseguían, el castillo San Felipe sería severamente castigado, y finalmente, todo caería.
La delicada situación de las fuerzas
españolas, y sobre todo, el nerviosismo entre los oficiales y las sugerencias
al virrey, aconsejándole la necesidad de
contar con Blas de Lezo, finalmente hicieron tomar a Eslava la dura
decisión, para él, de llamar de nuevo al almirante, haciéndose cargo y llevando
a partir de entonces la iniciativa de los pasos a seguir, aunque se había
perdido un tiempo precioso. Fue ordenado que se recogiera la mayor cantidad
posible de comida, para mejorar la alimentación de la tropa que la
necesitaba; se sacrificaron todos los caballos de los que
aún se disponía, cortando la carne en tiras, salándola, y se
guardó en porciones; pero, con su
habitual astucia, decidió aprovechar la imprevisión de los ingleses, poniendo
de parte de los españoles las altas temperaturas, y las carencias logísticas
del enemigo.
Para ello, mientras las bombas
cayeron durante toda la noche sobre la ciudad y el castillo, Lezo ordenó la excavación de un foso
alrededor del fuerte, que tiempo atrás había sido iniciado por él, pero al que
Eslava no había destinado recursos; no obstante, bajo acoso y a toda prisa, se
logró realizar, con el propósito de que las escalas de los ingleses no
alcanzaran la cima de las murallas; el
día 19 de Abril, ordenó excavar trincheras en la ladera sureste del Cerro con
el propósito de que sus hombres salieran del castillo y las ocuparan; estas
trincheras eran muy largas y zigzagueantes, en forma de zeta, que descendían
por la ladera y permitían cubrir varios flancos a la vez y no ser desbordadas
en la primera carga, provocando a los ingleses un sobreesfuerzo para tratar de alcanzar San
Felipe, que les cogía cuesta arriba. Lezo, siguió con la idea de luchar a campo
abierto y defender desde el castillo como último recurso. Todo lo consiguió con
gran cantidad de soldados trabajando, mientras muchísimas mujeres y hombres no
aptos para la lucha, pasaron toda la noche aprovisionando víveres y herramientas.
Otra idea de Lezo, que posteriormente
dió muy buen resultado, fue la de
despachar a dos soldados españoles como supuestos desertores; una vez
fuera, fueron llevados ante el general
De Guise, y, aunque los ingleses en principio desconfiaban, finalmente se
convencieron que habían desertado por la explicable baja moral de las tropas españolas, y llegado
el momento, se aprestaron a conducir a
las tropas inglesas hacia el mejor lugar más fácil para escalar, en la ladera
oriental. Los ingleses, seguían desembarcando morteros, artillería y
pertrechos.
En la madrugada del 20 de Abril, comenzaron los avances de las tropas enemigas
en tierra, por los cuatro costados, a los
que hacían frente, desde las trincheras, unos 600 hombres, muchos de los cuales
tenían que ponerse pañuelos para
soportar el hedor de los muertos, y también
desde el fuerte, en el cual quedaban 300 hombres de refresco, encargados
de la defensa interior si el resto caía. Para cuando los ingleses se dieron
cuenta del engaño, los supuestos desertores habían huido, y aquellos se
encontraban metidos en una trampa intentando desplegar sus escalas; desde las trincheras, se disparaba al
enemigo, que aunque amontonados en masa, consiguieron acercarse a
la muralla logrando tender las escalas; pero con el foso excavado,
resultaron demasiado cortas y quedaron dos metros por debajo de lo necesario
para alcanzar la cima; ante tal sorpresa, la confusión y la potencia de fuego
que seguía diezmando a los ingleses, tocaron retirada, abandonando escalas,
cuerdas, garfios y todos los pertrechos de asalto. El resto de tropas inglesas,
se encontraba dispersa entre el resto de los frentes, en el Fuerte el
Manzanillo, en la playa y en el fuerte El Pastelillo, y ésta detracción de tropa enemiga, venía bien para la defensa del fuerte
San Felipe, que era mucho más
importante.
Al llegar el mediodía, se hizo una ligera
tregua: se pudo comprobar que el número de bajas había sido enorme. Al poco rato, la carga empezó de nuevo; los ingleses tenían en su contra la ladera
cuesta arriba, y los defensores, se enzarzaron
en lucha cuerpo a cuerpo, con lo cual, las artillerías, que ya no se podían utilizar, enmudecieron; cuando los soldados ingleses llegaban,
lo hacían con poca energía, porque después de subir la cuesta, se
hallaban físicamente desmoronados, agravado además por el sol tan inclemente de ese
día, que también fue un inesperado aliado
ante la enorme superioridad numérica de los ingleses, pero que estaba siendo
frenada. Los soldados de uno y otro bando, entre las trincheras zigzagueantes,
estaban mezclados en la lucha cuerpo a cuerpo. El momento fue aprovechado por
Lezo, que ordenó a Desnaux que salieran los soldados de refresco que se
encontraban dentro del fuerte: lo hicieron a bayoneta calada, saliendo a saco, porque sabían que si los ingleses
entraban, no tendrían salvación. Esta embestida, hizo que el enemigo, preso del pánico y desconcertado,
tocara retirada, y huyeran en estampida,
abandonando en el campo de batalla fusiles, escalas, picos, muertos y heridos;
los españoles, les perseguían, envalentonados como estaban, matando a todo
enemigo, sin tregua, según escribiría Lezo en su escueto diario de guerra,
hasta La Popa, donde solo quedaban artilleros, que también huyeron
despavoridos. No solamente rompieron el cerco de San Felipe, sino también los
de las playas y el fuerte Manzanillo, donde los ingleses que no habían podido
ser evacuados, entregaban sus armas y se rendían.
Aquella noche, los ingleses
izaron bandera blanca, pidieron recoger
a sus muertos y realizar intercambio de prisioneros.
El alférez Ordigoisti, encargado de
las estadísticas, dio parte al virrey de que los ingleses habían sufrido mil quinientas
bajas, quedando en el campo 900 muertos por imposibilidad de recogerlos;
también informaba que, según la inteligencia y por relatos de prisioneros, los
invasores habían perdido otros dos mil quinientos hombres más a causa de las
enfermedades.
LOS INGLESES SE RETIRAN
De tales informaciones, se desprende
que los ingleses estaban confiados en la corta duración de la incursión, no
contando con la larga duración de la batalla, para la que habían embarcado más
hombres que víveres, ocasionando un desequilibrio logístico que no pudieron
superar, cuya imprevisión, se convirtió en aliada de Lezo. Finalmente, Vernon, en consejo de guerra con
sus oficiales, llegaron a la conclusión de que no sería posible desalojar ya a
los españoles de su posición, además sus hombres se morían por docenas, debido
a la peste que habían provocado, y no tenían aprovisionamiento. Para el 28 de Abril, comenzaron a abandonar
todas las posiciones que habían tomado, abandonando material y pertrechos,
siendo ocupadas rápidamente por los españoles. El 4 de mayo, un prisionero
huido, informó que los soldados ingleses estaban muriendo por docenas todos los
días y de la enorme escasez de víveres
que padecían; muchos de ellos, desertaban y se pasaban al bando de los
españoles. Varios barcos de la flota de
Vernon, se habían convertido en improvisados hospitales.
Los españoles, habían perdido
ochocientos soldados, entre neogranadinos y peninsulares; más de 1.200 heridos
que estaban en los hospitales de la Plaza, los seis buques que componían la
escuadra de Blas de Lezo, y varias embarcaciones menores, además de la
destrucción de los fuertes de San Luis, San José, Cruz Grande y la mayor parte
de las baterías de los baluartes; también resultó seriamente dañado el fuerte del
Manzanillo, y, en menor medida, el de
San Felipe. Asimismo, se habían perdido unos 395 cañones, y muchos de los edificios de la ciudad, tanto
privados como oficiales, resultaron seriamente dañados.
Las bajas totales de los ingleses,
por enfermedades y combates, ascendía a
cerca de 6.000 hombres, unos 2.500 en combate y otros 3500 por enfermedades;
los combates les causaron otros 7.000 heridos, muchos de los cuales morirían
durante el trayecto a Jamaica. Había sucumbido la flor y nata de la oficialidad
imperial británica. Al menos 50 barcos de los 130 de transporte, habían sido
destruidos al igual que otros seis navíos de tres puentes, trece de dos y otras
cuatro fragatas. Los supervivientes, tuvieron que ser apiñados por falta de
transporte. A todo ello, había que sumar que habían caído en poder de los
españoles más de 1.500 cañones, innumerables morteros, tiendas, y una enorme
cantidad de pertrechos y material de todo tipo: esto supuso una gravísima
pérdida para la flota de guerra de la Armada británica, que había quedado
prácticamente desmantelada, y que tardó
mucho tiempo en volver a reponer hasta alcanzar el mismo poderío que ostentaba
antes del inicio del asalto a Cartagena de Indias.
Entre los días 18 y 19 de Abril, por orden de Vernon, se quemaron varios navíos de guerra y diferentes tipos de
embarcaciones frente a Bocachica; unas por no estar en condiciones de navegación y
otras porque no disponían de marineros para su tripulación.
La espectacular armada que había
puesto Gran Bretaña en manos de Vernon, la más numerosa, no superada jamás
excepto por la del desembarco de Normandía, que tendría lugar dos siglos más
tarde, al marchar tenía un aspecto patético, con los buques y sus velámenes
hechos jirones, mástiles fracturados, aparejos colgando y unos barcos
remolcando a otros.
Inglaterra, calló sus pérdidas. Se
prohibió por estricta orden de Jorge II escribir partes oficiales de la batalla
de Cartagena de Indias, y por tanto la historia inglesa ha omitido de su
Historia aquel hecho. El almirante Vernon fue requerido un año y medio después,
cuando la cruda realidad se impuso a la
celebración anticipada de la supuesta victoria y a las medallas y monedas que
se habían puesto en circulación para su celebración. Pero curiosamente, hasta
que Vernon murió, dieciseis años más tarde, el 29 de Octrubre
de 1.757, echaba la culpa del fracaso al general de
infantería Wentworth, por su
incompetencia militar; no obstante, aunque a regañadientes, se le erigió un
panteón en Westminster a petición de un sobrino suyo, y en su epitafio, que por supuesto es totalmente falso y
ambiguo, se esconde su derrota que
dice así: “sometió a Chagres y en
Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria”
EN CARTAGENA DE INDIAS
Cuando los ingleses huyeron, la ciudad había
quedado devastada.
Don Blas de Lezo y el virrey Eslava,
enviaron al capitán D. Blas de Barreda Campuzano a dar la noticia del triunfo a
España.
Los
supervivientes estaban ocupados en reconstruir sus casas, y protegerse de la
peste que se apoderó de la ciudad. Tras
respetar la cuarentena, comenzaron a
entrar carromatos y transportes con suministros de nuevo en la Plaza.
Don
Sebastián de Eslava, volvió a la carga en su enfrentamiento con Blas de Lezo; a
pesar del esfuerzo de éste y de la victoria conseguida, encargó al
coronel Desnaux hacer un diario de guerra, convenientemente amañado, para narrar los acontecimientos a su modo.
Parece ser que el virrey, temía que el diario del almirante Blas de Lezo,
pudiera comprometer sus aspiraciones políticas. Incluso, el propio Eslava,
escribió otro diario, que naturalmente, coincidía en todo con el de Desnaux.
Acto seguido, propagó la idea de que Blas de Lezo, no se encontraba en sus
cabales, y continuó haciendo una campaña de desprestigio contra el almirante.
Enterado Blas de Lezo de todas esas
maniobras, cayó en un enorme abatimiento moral, que según los allegados y las
cartas escritas por el propio Lezo, le fueron mermando la salud, ya resentida
de por sí, pues había contraído la
enfermedad durante el asedio; envió cartas a sus amigos de Madrid, para salvar
su reputación. Parece ser que intuía su final, e intentó la obtención un título honorífico que
les diera tranquilidad a su mujer e hijos, por los más de 40 años al servicio
de la Marina. Se vio obligado a enviar su diario por un conducto diferente al
reglamentario, burlando las órdenes del virrey,
junto con una carta al rey de España.
La llegada de la noticia a España, fue
muy bien recibida por Felipe V. El virrey Eslava fué ascendido a Capitan
General de los Reales Ejércitos, y se le concedió el título de Marqués de la
Real Defensa de Cartagena de Indias. El
coronel Desnaux, fue ascendido a General de Brigada, y a todos los soldados de
todas las compañías, se les condecoró. Finalmente, Eslava, consiguió que se
materializara la orden de castigo a Blas de Lezo, por la insubordinación contra
él. Afortunadamente, dicha orden no
llegó a su conocimiento, porque el día 7
de Septiembre de 1.741, debido a las enfermedades contraídas durante la defensa,
Blas de Lezo y Olavarrieta, murió.
El 21 de Octubre de 1.741, se emitió
una real orden, por la cual se destituía a Don Blas de Lezo de su puesto de
comandante y se le ordenaba regresar a España para ser sometido a juicio.
Años más tarde, su nombre fue
rehabilitado, y se le concedía el marquesado de Ovieco, que sus descendientes
disfrutaron.
Actualmente figura una placa en su
homenaje, en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, en Cádiz, y una fragata de la actual Armada española, lleva su nombre.
CONCLUSIÓN
Como soldado Blas de Lezo
fue un hombre esforzado, que no tuvo la vida fácil, y sin embargo la dedicó por entero
al servicio de su patria de forma brillante y sacrificada. Pero su peor
batalla, la tuvo que librar al final de sus días contra la manipulación de la que fue víctima,
como tantas veces ha ocurrido en nuestro con personas que se han esforzado por él. Los intereses particulares del
virrey Sebastián de Eslava y del coronel Desnaux, finalmente triunfaron; aparece de nuevo un
rasgo, el interés personal, que se
repite demasiado en nuestro comportamiento y que no hemos desterrado
aún.
Desde el punto de vista de la
Historia, podemos sacar algunas conclusiones más: la primera, es que, en
demasiadas ocasiones, la historia contada no
corresponde con los hechos acontecidos, porque se narraba y era retocada para
hacerla encajar en el interés de la nación o en
interés de los personajes que intervenían.
Otra conclusión, que responde al famoso tópico, es que la
Historia la escriben los vencedores,
que a la larga, la acabó ganando Gran Bretaña en
Trafalgar, batalla de mucha menor
entidad que la de Cartagena de Indias, y
sin embargo, sí fue debidamente magnificada. Figura en todas las páginas de Historia y es enseñada
en los colegios ingleses. Gran Bretaña, no permitió que se
difundiera la vergüenza que en su momento le supuso la derrota en Cartagena de Indias, y
sencillamente la silenciaro: participaron en el mutismo todos los cronistas de
influencia inglesa, al unísono, porque así se lo había pedido el rey Jorge II,
encolerizado por semejante fracaso. Tenemos pues, la manipulación de la
historia que se rediseña para cumplir con el propósito nacional.
Inglaterra premió al principal protagonista
de un gran fracaso. España castigó a su principal héroe. Cuando años después se
intentó rehabilitar la memoria de tan extraordinario personaje, ya era muy
tarde. Es algo que se repite con demasiada recurrencia en los hijos de nuestra
patria, sea cual sea la profesión a la que se dediquen, o la ideología que
profesen: personajes que, no siendo
transcendentales en el curso de nuestra historia, sí pertenecen al largo elenco
de hombres y mujeres, tan necesarios, que la han
protagonizado; no son, quizá, héroes de los que figuran en el imaginario
colectivo, más o menos épicos, de aquellos utilizados para aleccionar o
impresionar a la ciudadanía, pero sí son hombres y mujeres con mucho más mérito, que han caído víctimas del olvido.
Por último, podríamos comentar relacionando el personaje y la manipulación de la historia, con la
actualidad de nuestros días. Blas de Lezo era vasco, de
Pasajes; como vascos han sido muchos otros españoles: literatos, ingenieros, soldados o capitanes, encomenderos o conquistadores,
pilotos o descubridores, que desde siempre
han formado parte de nuestra Historia de
España, en la conquista de América, en Flandes o contra los turcos; conquistadores
o en los Tercios, en el pasado o en el presente, siempre han estado nuestros compatriotas
vascos construyendo nuestra Historia, junto a todos nosotros; algo tan natural,
que por desgracia, les cuesta mucho
entender a quienes en la actualidad
rediseñan, reescriben o simplemente ignoran los hechos, de forma interesada, para fomentar
el olvido de lo común, haciendo lo mismo que hicieron los ingleses: inventándose la Historia a fuerza de olvidarla.
Un personaje tan
interesante, tan valioso, tan nuestro como Blas de Lezo, merece ser reivindicado, porque era español, vasco, y porque fue un verdadero héroe.
BIBLIOGRAFÍA:
- CANALES, Carlos y DEL REY, Miguel, Naves Mancas, La Armada española a vela del cabo Calidonia a Trafalgar, Edaf, Madrid, 2012
- LINCH, John, Historia de España, Tomo 5, Edad Moderna, Crisis y recuperación, 1598-1808, Crítica, Barcelona, 2005
- MORALES PADRÓN, Francisco, Historia General de América, Tomo VI, Espasa Calpe, Madrid 1985.
- RUIZ TORRES, Pedro, Reformismo e Ilustración, Vol. 5, Historia de España, Crítica/Marcial Pons, Barcelona, 2008.
- VICTORIA, Pablo, El día que España derrotó a Inglaterra, Áltera S.L., Barcelona, 2005.
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- LINCH, John, Historia de España, Tomo 5, Edad Moderna, Crisis y recuperación, 1598-1808, Crítica, Barcelona, 2005
- MORALES PADRÓN, Francisco, Historia General de América, Tomo VI, Espasa Calpe, Madrid 1985.
- RUIZ TORRES, Pedro, Reformismo e Ilustración, Vol. 5, Historia de España, Crítica/Marcial Pons, Barcelona, 2008.
- VICTORIA, Pablo, El día que España derrotó a Inglaterra, Áltera S.L., Barcelona, 2005.
PÁGINAS WEB consultadas
en línea, los días 28 y 29 de Junio de 2.010, para obtención de la imagen de la medalla conmemorativa inglesa y el plano del desarrollo del asalto a Cartagena de Indias,
que se han insertado en el trabajo:
- www.todoababor.es
SI DESEAS VER LAS RECREACIONES DE ESTA BATALLA EN YOUTUBE, PINCHA EN LOS SIGUIENTES ENLACES:
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